Pedido de ayuda silenciosa

Redactado por: Mario Tumba


En un salón de clases del colegio Corazón de Jesús de Arequipa, Elizabeth, estudiante de tercero de secundaria, solía responder las preguntas del profesor Fernando Yacasi con un sí, con un no o la frase más corta que le fuera posible. Comportamiento que le pareció muy extraño al profesor Fernando, pero que no era el único indicio que anunciaba un malestar en su estudiante. Elizabeth volteaba o agachaba el rostro las pocas veces que alguien le hablaba en clases, se movía de su casa al colegio y del colegio a su casa con la mirada en el piso y pasaba los 15 minutos del recreo sentada sola en el salón.

Pronto, el profesor Fernando buscó acercarse a Elizabeth para conversar y descubrir la razón de su comportamiento, pero muchos de sus intentos fueron en vano. Fernando estaba preocupado por Elizabeth y por muchos otros estudiantes, que mostraban conductas similares. Por ello, el profesor Fernando buscó ayuda de uno de sus colegas: el profesor Claudio Quispe, un docente que ya tenía muchos años trabajando en el colegio y con quien tenía una agradable amistad. Claudio y Fernando tuvieron largas conversaciones sobre sus diferentes estudiantes, donde Claudio le reveló entre preguntas y respuestas la posible causa del comportamiento de Elizabeth: la estudiante se encontraba atravesando una etapa de duelo por el reciente fallecimiento de su madre.

Pronto, Fernando junto a otros 7 docentes y el director del colegio se propusieron a contribuir con la transformación de la situación.

Las y los estudiantes necesitaban acompañamiento psicológico, pero el colegio no contaba con un psicólogo. Por ello, realizaron una alianza estratégica con la Facultad de Psicología, Relaciones Industriales y Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA), la cual permitió que estudiantes de psicología puedan apoyar cada jueves a los estudiantes del colegio a través de talleres, los cuales próximamente se realizarán también con los docentes. 

Durante 3 meses, el profesor Fernando se ha sentado casi todos los jueves en los troncos del patio para observar los diferentes talleres brindados por los psicólogos y psicólogas, donde los estudiantes de primaria y secundaria aprendieron sobre sus emociones y habilidades blandas a través del juego.

Fernando se alegra al recordar el avance de cada uno de sus estudiantes, que poco a poco, han ido sanando sus heridas emocionales en las terapias individuales y han demostrado en los salones las habilidades blandas que han aprendido durante los talleres. Elizabeth ya no agacha la cabeza al conversar con sus compañeros, ha perdido un poco el temor a la hora de hablar y ahora disfruta de los 15 minutos de su recreo.

Aunque aún hay mucho por sanar, el profesor Fernando sonríe al pensar que, con el apoyo de toda su comunidad educativa, Elizabeth y sus compañeros lograrán avanzar hacia nuevos caminos con la valentía que les caracteriza. 

Diana Escalante